lunes, 6 de abril de 2009

Criaturas



Conozco a una chica que tiene una extraña afición por adoptar caracoles. Los encuentra en el jardín, en la terraza o al limpiar una lechuga, y los toma , les da de comer alguna hoja de verdura, y luego los pega a una de la paredes de la cocina o del jardín. Así durante semanas compartíamos nuestras vidas con un pequeño caracol que dejó en  el alicatado de la cocina, junto al fregadero.
En cambio, es un azote para las arañas. A pesar de mis advertencias y recriminaciones, o de mis explicaciones pedagógicas sobre la bondad de las arañas, descarga sus pies sin piedad sobre ellas .
Y con las moscas realiza su peculiar persecución, como si buscase aplacar alguna ignota divinidad. En primavera, dedica horas y energías a perseguirlas, esperando con paciencia su inmovilidad para exterminarlas de un manotazo certero y raudo. Luego, sus cadáveres llenan el suelo, como prueba de la tarea cumplida.
¡Ay que chiquilla! Todas estas cosas la hacen adorable (y a veces, sólo a veces, con las moscas, irritable). La adoro. No sólo por eso, claro. Por muchas cosas más. Como dejar un hatillo de besos en la puerta al abandonar la casa , y una amorosa lazada de "te quiero" dónde enredarme gustosamente.

3 comentarios:

  1. Una niñita puede necesitar el contacto con un ser vivo, bajo su pátina de soledad buscada. Un caracol, sencillamente, puede representar el protagonista de un mundo de aventuras en el que crecer...allá, los caracoles hablan, tienen secretos y reinos mágicos, las arañas son perversas invasoras y astutas estrategas, y los seres humanos no son mas que la reminiscencia de algo vagamente conocido...

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  3. Bellisima foto...y la reminiscencia art-deco en la solapa

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